Histórico:

EL CURA VASCO GUERRILLERO SANTA CRUZ – Escribió Javier Arzuaga un día como hoy

En una página que escribía ayer sobre la paz de Colombia colgada en el vacío, hice referencia a curas rurales azuzando a conservadores contra liberales en la triste y larga historia de la “Violencia”. Me asaltó de pronto la imagen de un cura vasco, guerrillero en mi tierra durante la tercera guerra carlista, hacia 1875, que murió en Pasto, Colombia, en 1926. Se le conocía como “el cura Santa Cruz“. No resisto la tentación de dedicarle un par de párrafos en mi blog. Manuel Ignacio Santa Cruz y Loidi nació en una familia muy pobre y humilde en una aldea vasca, cerca de Tolosa, Gipuzkoa. Me lo imagino envuelto desde muy niño en tareas de caserío, cuidando ganado, ordeñando vacas, segando hierba, acarreando leña, azuzando el fuego en la cocina a ras de piso, rezando a la noche antes de ir a dormir el santo rosario y una retahíla de padrenuestros –Aita gurea zeruan zaudena … – después de las letanías y antes del credo y la salve. Era un adolescente cuando quedó huérfano y un tío suyo fraile, no sé si capuchino o franciscano, se hizo cargo de él y lo llevó al seminario de Vitoria, considerado “baluarte contra los errores modernos”. Por aquel entonces era frecuente la ordenación sacerdotal de “curas de carrera corta”. Santa Cruz debió ser uno de ellos. Al año y medio de trabajar en una parroquia, la política española da un vuelco y los rescoldos del carlismo vuelven a soñar con el trono de Madrid. Santa Cruz cuelga la sotana y organiza una partida de guerrilleros. No abandona el sacerdocio, simplemente se hace “cura guerrillero”. (Fueron bastantes los curas que hicieron lo mismo, pero Santa Cruz destacó sobre todos ellos). Sus biógrafos lo describen de mediana estatura, nervudo, bien trabado, ascuas de fuego en el hueco de los ojos, taciturno, de genio rápido, autoritario, electrizante, violento, desconfiado, de grandes altibajos anímicos, fiero, de una religiosidad cegada, primitiva, fiel a un dios feroz, guerrero y justiciero, señor de bosques y pedregales. Guerrillero sagaz, furtivo, que se mueve sin ser visto, asalta donde nadie espera, huye y se esconde cuando se siente rodeado y en peligro. Asaltó en cierta ocasión un convoy cargado de armamentos. Lo capturaron y sentenciaron a muerte en Aramaio. Escapó y se escondió en el río. Durante veinte horas se mantuvo bajo el agua respirando por una caña hueca. Otra vez, en Oñate, recibió la queja de que varios hombres de su partida “cortejaban a jóvenes costureras”. Convocó al pueblo en la plaza. Los guerreros de Dios no necesitan de mujeres, explicó, e hizo que sus hombres fueran apaleados. Y si vuelven a las andadas, les previó ante todo el público, serán fusilados. Sorprendió una noche un acuartelamiento liberal cerca de la frontera francesa, doscientos soldados y sus familias. Resistieron, pero se impuso. Separó a los hombres y mandó que los fusilaran a todos. Nunca llevó consigo un arma. El dirigía y ordenaba, no mataba. Las normas de su estado clerical le pohibían hacerlo. Tres veces huyó a Francia a reorganizar su tropa y pertrecharse para regresar al lado español a pelear. Fue condenado a muerte por insubordinado por los sus jefes militares carlistas y por sus acciones guerrilleras por los mandos liberales. La cuarta vez que huyó a esconderse en Francia se sintió acorralado y se refugio en la residencia de los jesuitas en Lille. Exonerado por el Vaticano a solicitud de un cardenal, huyó a Londres y nunca volvió a pisar su tierra. De Londres de trasladó a Jamaica, donde fue misionero en poblados de nativos durante trece años. Pasó a Colombia y fue recibido por la Compañía de Jesús en la Casa Noviciado de Pasto. Varios años siguió misionando en Colombia. Me imagino que arengaba a los párrocos rurales para que mantuvieran firmes y beligerantes a sus fieles frente a la jauría endemoniada de los liberales. En sus últimos días hacía que un grupo de campesinos le cantaran las melodías en euskera, la lengua nativa amada de Santa Cruz, que él les había enseñado. Murió a los 86 años. Su grito y lema era ¡Viva la Religión! ¡Vivan los Fueros!

Javier Arzuaga – 0ctubre 25, 2016

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Cura_Santa_Cruz_a_caballo

Cura Santa Cruz a caballo


http://www.elcorreo.com/alava/araba/201606/28/rocambolesca-huida-aramaio-guerrillero-20160627215919.html

http://www.euskalkultura.com/espanol/noticias/una-fundacion-colombiana-reivindica-la-vida-de-entrega-del-cura-santa-cruz-guerrillero-vasco-del-xix-que-vivio-durante-mas-de-tres-decadas-en-colombia-1

http://ianasagasti.blogs.com/mi_blog/2012/10/el-cura-santa-cruz.html

http://soulguerrilla.com/index.php/2015/11/03/grandes-guerrilleros-el-fundamentalismo-anarquico-del-cura-santa-cruz/

 


2 Comentarios en EL CURA VASCO GUERRILLERO SANTA CRUZ – Escribió Javier Arzuaga un día como hoy

  1. Liliana Garcia-Barkes // 6 julio, 2020 en 6:07 pm // Responder

    «Resistieron, pero se impuso. Separó a los hombres y mandó que los fusilaran a todos. Nunca llevó consigo un arma. El dirigía y ordenaba, no mataba. Las normas de su estado clerical le pohibían hacerlo.» Me pregunto hasta qué punto este pseudo-sacerdote se imaginaba que el séptimo mandamiento lo mantendría inmune, libre de culpa? Como determinaba que todo al que mandaba a fusilar era o no culpable? No mataras: ni de hecho, pensamiento o por omisión; si por omisión se puede permitir el asesinato de personas inocentes y aunque «no mataba» de hecho si lo hizo por pensamiento y por omisión.

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  2. Liliana Garcia-Barkes // 6 julio, 2020 en 6:08 pm // Responder

    Perdon: Quinto mandamiento. pseudo-catolica.

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